miércoles, 13 de julio de 2016

Caída, libre

Cerré los ojos y me tiré al vacío.
La primera sensación fue de adrenalina pura, de emociones encontradas, de buscar el piso con los pies y el cielo con las manos... y atajar la respiración en un intento de que el vacío dure más tiempo.
Sentí mi cuerpo siendo domado por el espacio, por la nada. Apretando los ojos... sin saber qué me esperaba... fuego, agua, piedras.
El tiempo fue inmenso.
Sentí mis lágrimas intentando sostenerse sobre mi rostro, y hasta ellas me abandonaron, sosegadas por el viento.
Me vi más sola que Dios.
Vi mil colores, y ningún sentido en ellos.
Intenté caminar mientras mi cuerpo se desarmaba irreverente, salvaje, a sus anchas, y lo disfruté.
Disfruté no tener más que mi propio peso, todo lo malo de ese instante, todo lo libre que el resto de mi ser permanecía, mientras mi corazón se hacía trizas y mi mente me llevaba a destinos destructivos.
Todo valió la pena, y lo sigue valiendo. Nunca más rejas, ausencias, ni presencias monstruosas.
Nunca nada más que mis propias decisiones erradas.
No más tormentas, culpas, agobios, mentiras ni silencios.
Y cuando llegue a lo que haya abajo, descansaré, viendo a lo lejos erigirse la construcción de lo que había destruido.
Y seré feliz, inmensamente sola, totalmente libre, absolutamente feliz.

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